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LAS TRES CAÍDAS DE CRISTO

Manuel Carmelo Serrano

No existe ninguna cita en los evangelios que nos mencionen en momento alguno que Cristo cayera bajo el peso de la Cruz. Sin embargo esta escena de Cristo caído tiene un gran arraigo en la tradición Cristiana, y por supuesto en nuestra hermandad que tiene como imagen titular: “El Cristo de la Caída”.

            ¿De donde surge pues este arraigo y casi total convencimiento de que Cristo cayó tres veces bajo el peso de la Cruz?. Una de las practicas habituales en nuestra fe católica y que se ha transmitido con profunda reverencia de generación en generación es la rememoración del itinerario que Jesús recorrió desde el pretorio hasta el calvario: el Vía Crucis, el camino de la Cruz., y es en este acto de práctica piadosa donde nos encontramos con las tres caídas de Cristo bajo el peso de la Cruz (estaciones 3ª, 7ª y 9ª). Hechos que si bien no se encuentran descritos en los evangelios, si son testimonios transmitidos por la tradición de los Lugares de la Vía Dolorosa de Jerusalén, donde tuvo lugar el calvario de nuestro Señor. Y este sería un hecho claro de que no todo lo guarda escrito la Biblia, cuando es la Tradición viva quien lo conserva.

            De hecho no es nada descabellado pensar que Jesús cayera bajo el peso de la Cruz, puesto que al agotamiento sufrido en el Huerto de los Olivos, ha de añadirse los interrogatorios realizados tanto  por el sanedrín Judío como por los Romanos, y sobre todo hay que tener en cuenta las vejaciones que sufrió durante el transcurso de estos interrogatorios, los azotes, las espinas  y todos los episodios que acompañaron al arresto del Maestro, y que disminuyeron en gran medida sus fuerzas.

            No obstante, y aún a pesar de que los evangelios no digan nada de las caídas, estas se pueden constatar en la Sabana Santa, en esta, se puede ver claramente como Cristo presenta las dos rodillas abiertas, con importantes excoriaciones debidas a violentas caídas sobre terreno pedregoso, especialmente la rodilla izquierda que además presenta manchas de suciedad de tierra mezclada con sangre. También su nariz presenta excoriaciones y el mismo tipo de suciedad, señal evidente de que la cara de Cristo golpeo violentamente contra el suelo. Las heridas de los pómulos y la frente, parece ser que no pueden ser debidas a bofetones o bastonazos, puesto que este tipo de heridas requieren golpes mas fuertes, golpes como pudieron ser las caídas de un Jesús, que maniatado, y exhausto soportaba el excesivo peso de la Cruz y nada podía hacer para frenar  o amortiguar su cuerpo en la caída.

            El lamentable estado físico que debía presentar junto con la violencia de estas caídas que debió de sufrir, quizás fue lo que indujo a los guardianes romanos a reclamar la Ayuda de Simón de Cirene, temiendo por la vida del Maestro antes de llegar al patíbulo. Hecho que si se encuentra relatado en los evangelios: «Y obligaron a uno que pasaba, Simón de Cirene, a que llevara la cruz de Jesús» (cf. Mc 15,21). «Cuando iban los soldados obligando a Jesús a avanzar con su cruz a cuestas, venía por el camino un tal Simón, natural de Cirene, que volvía del campo. Lo obligaron a cargar la cruz de Jesús para que éste caminara detrás. Lo seguía una gran muchedumbre. Llevaron a Jesús a un lugar llamado Gólgota o Calvario, lo que significa sitio de la calavera» (Marcos 15, 21-22). Y que la tradición piadosa lo hace corresponder con la quinta estación. El evangelista Marcos identifica a Simón de Cirene como «padre de Alejandro y de Rufo» (15, 21). Por tanto los hace conocidos para la primitiva comunidad cristiana, hecho relevante que nos hace pensar que si bien Simón de Cirene no fuese consciente en un primer momento de la magnitud del acto que realizaba, puesto que fue obligado a realizarlo por los soldados romanos, el hecho de ayudar a llevar la Cruz a nuestro Salvador sería el punto de inflexión determinante en su vida que lo indujese a creer en la divinidad de Cristo.

Ya no es posible que siga
Jesús el arduo sendero.
Le rinde el plúmbeo madero.
Le acongoja la fatiga.
Mas la muchedumbre obliga
a que prosiga el cortejo.
Dure hasta el fin el festejo.
Y la muerte se detiene
ante Simón de Cirene,
que acude tardo y perplejo.

Pudiendo, Jesús, morir,
¿por qué apoyo solicitas?
Sin duda es que necesitas
vivir aún para sufrir.
Yo también quise vivir,
vivir siempre, vivir fuerte.
Y grité: -Aléjate, muerte.
Ven Tú, Jesús cireneo.
Ayúdame, que en ti creo
y aún es tiempo de ofenderte.

                                                                       Gerardo Diego

Nosotros, los Nazarenos de Cristo, que llevamos a Jesús Caído sobre nuestros hombros, queremos ser también ese cirineo, que ayude a Cristo a portar la cruz, y con ese acto de piadosa humanidad poder también ser salvados de nuestros pecados.

Por mis faltas vas al suplicio

Pero permíteme que te diga:

Como el cirineo quiero compartir

Tu cruz, la cruz de mis errores

Y llevándola sobre mis hombros

Ser llamado “Nazareno del Cristo de la Caída”

                                                           (De la Oración de la Hermandad)  

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